¿Qué es lo que saben en el mundo contemporáneo sobre Colombia? Que en ese país producen cocaína a toneladas. Que durante muchos años ahí sigue actuando la guerilla. Que las riquezas más importantes colombianas son el café y las esmeraldas. Que Colombia le dio al mundo el gran escritor Gabriel García Márquez y la megaestrella de la escena la cantante Shakira.

Y solamente pocas personas saben que Colombia es también la patria de civilizaciónes indígenas muy desarolladas. Lamentablemente, la cultura de los indígenas colombianos no ha sido estudiada tanto, como las de Perú o de México. Cuando se trata de América precolombina, a uno se le viene a la memoria los mayas, los aztecas, los incas, pero se queda en la sombra el hecho de que en el continente americano existían también otros pueblos y culturas indígenas, que dejaron monumentos extraordinarios, muchos misterios y secretos. Uno de ellos es la cultura de San Agustín.

Mucho más antes de Colón

San Agustín es una región histórica que ocupa un territorio de 500 kilómetros cuadrados y está situada en el sur de Colombia a la altura de 2000 metros sobre el nievel del mar entre la Cordillera occidental, central y oriental. Aquí nacen los principales ríos colombianos – Magdalena y Cauca. Fue aquí donde en el transcurro de casi diecisiete siglos se desarolló la cultura indígena.

No se sabe la fecha exacta de su origén. Los especialistas arqueólogos que realizaron las excavaciones en este territorio en los años 40 del siglo pasado hicieron un análisis radio-carbónico del carbón vegetal de varios monumentos antiguos y los dataron del siglo II A.C. A la época aún más antigua, al año 545 A.C. aproximadamente, pertenece un sarcófago de madera, hallado por el arqueólogo Van der Hammer en el sepulcro de Lavapatas. En esas tierras hay sepulcros y poblaciones aun más antiguos, que partenecen por lo visto al III milenio A.C. Según los científicos, la civilización de San Agustín desapareció antes de la conquista europea, en el año 1200 aproximadamente.

Los habitantes de San Agustín eran de tal llamado grupo pueblo-andino de indios americanos. Así los especialistas llaman a los pueblos que vivían en la costa del Pacífico en la América del Sur, al occidente de los Andes y en el sur y suroeste de América del Norte. Según la opinión de un famoso científico ruso que se dedicada al estudio del continente americano y a descifrar las escrituras de los maya, Yuriy Knorozov, los representantes de este grupo aparecieron en el Mundo Nuevo los últimos en la primera hola de los inmigrantes de Asia, o sea hace 54-56 mil años. Conforme con la teoría del antropólogo y geógrafo español Juan Vivo, algunos de los pueblos que llegaron a América al principio habitaron en el territorio de Colombia moderna y formaron una cultura nueva, que luego se extendió al norte. Sin embargo, hay otra teoría: muchos investigadores creen, que al contrario, los indios en el territorio colombiano sufrieron la influencia desde el norte y desde el sur, y hicieron una síntesis en su cultura de dos diferentes sistemas social-económicos y religiosos. Fue precisamente por eso que en la literatura histórica las costas del Pacífico y del Caribe de Colombia y Ecuador, junto con las Andas del Norte y el Istmo de Panama, se llamaban la Región Intermedia y la zona tapón entre Mesoamérica y la región de los Andes.

Tonal y nagual

Por lo momento, los científicos descubrieron en el territorio de San Agustín las huellas de treinta poblados aproximadamente. Allí tambíen fueron halladas más trescientas esculturas, centenares de varios objetos, estatuas, imágenes y columnas de roca volcánica. Por ejemplo, en la región Lavapatas hay una roca, toda cubierta por las imágenes de ranas, salamandras, lagartos, serpientes, renacuajos.

Pero los monumentos más sorprendentes de San Agustín son las esculturas que representan a las personas en las máscaras de jaguar, lechuza, águila, mono, seres sobrenaturales. Se quedaron como cuatrocientas figuras antropomorfas de piedra, que tienen hasta cuatro metros de altura: un hombre con la boca de colmillos de un jaguar, con un bastón o una paliza en la mano derecha y un objeto esférico (pelota o piedra) en la mano izquierda. La mayoría de ellos tienen la imagen de un monstruo por arriba de su cabeza o en la espalda. Algunas estatuas tienen dos cabezas, colocadas una junto a la otra o una sobre la otra, y la segunda siempre es la de una fiera. Hay también las figuras con los niños en las manos. Todas las estatuas tienen las proporciones del cuerpo infingidas, por eso parecen unos enanos, a veces tienen joroba o con una cabeza enorme. Al mismo tiempo, los animals están representados muy exactamente.

¿Pero qué significan estos mudos testigos de la cultura antigua? El hombre-jaguar, por lo visto, representa a un chamán, quien ayudándose con las hojas de coca y una bebida alucinógena yage se «transformaba» en un jaguar durante la celebración de los cultos religiosos. La apariencia del tema de jaguar es uno de los misterios más grandes de San Agustín. Este animal nunca habitaba en los Andes, pero ocupaba un lugar importantísimo en la religión no solamente de los san agustinos, sino también sus vecinos próximos – la civilización andina Chavin, cuyo nombre se traduce como «hijos de jaguar con lanzas». Aquí parece evidente la conexión con la cultura mesoamericana de los olmecas. A los olmecas también frecuentemente los llaman «indios del jaguar». El jaguar era para este pueblo un animal totémico. Una leyenda cuenta que el pueblo de olmecas nació de una mujer mortal y un jaguar divino. Es probable que los habitantes de San Agustín tenían una versión similar sobre su procedencia. A propósito, los atributos de poder de los gobernadores de los mayas, que eran coetáneos y vecinos de los olmecas, eran la piel, los colmillos y las uñas de jaguar. El chamán de piedra de San Agustín también tiene en su boca los colmillos de esta fiera. Las máscaras de jaguar de las estatuas colombianas parecen al gorro en la forma de casco de los gobernadores de los mayas, que tenía la forma de cabeza de un jaguar con la boca abierta.

Tampoco es una casualidad que el hombre tiene en su mano una pelota. Es sabido, que para los olmecas la pelota era el símbolo del Universo. «Los indios del jaguar» le daban mucha importancia al juego ritual de pelota, lo que se consideraba como una lucha entre la luz y la oscuridad por el derecho de liberar al Sol de las cadenas del infierno. Ganaban los que alcanzaban a meter la pelota en el anillo de piedra en la pared. A los perdedores los sacrificaban. Los olmecas creían que su sangre y su vida daban la energía para el nacimiento del nuevo Sol. Podemos suponer, que en San Agustín la pelota también tenía un significado cosmológico.

En lo que se refiere a las estatuas de dos cabezas, de un hombre y de un animal, es que según los científicos, en la escultura se reflefaban de esa manera dos conceptos: nagual y tonal. Estos conceptos también unen a los habitantes de San Agustín con los mesoamericanos. En la visión del mundo de los toltecas y los mayas el nagual es un brujo, chamán, que sabe transformarse en un animal, y tonal es un animal, en el cual el hombre guarda la mitad de su alma y con el cual comparte el mismo destino. Tonal es un animal totémico. El que posee el don de transformarse en este animal es el nagual. Sin embargo, el místico más famoso del siglo XX, el mexicano Carlos Castaneda, propuso una versión diferente del significado de estos términos: el tonal es una realidad racional, perceptible, donde pasa la vida humana. Y nagual es una parte de la vida humana que es irracional y que no se puede explicar.

Las figuras de piedra de San Agustín que representan a los hombres con las máscaras de águila, pájaros con una serpiente, nos hacen acordar de la historia de la creación del imperio azteca. Los primeros aztecas fueron expulsados de sus territorios por los poderosos culhuacanos, y sirvieron de mercenarios para ellos. El dios supremo Huitzilopoxtli ordenó a los aztecas ir hacia el sur hasta un lugar, donde se les apareciera un presagio. Durante muchos años ellos vegabundeaban, hasta que se encontraron en la orilla del lago Tescoco en el valle de México. Allí vieron una águila sentada en el cacto, devorando una serpiente. Para obedecer a su dios, ellos decidieron fundar en aquel sitio su estado. Esto ocurrió en el siglo XIV, cuando San Agustín ya había desaparecido. Es possible, que la imagen sagrada del águila y de la serpiente apareciera por primera vez entre los pueblos colombianos y al cabo de varios siglos pasará al norte a los aztecas.

El silencio de San Agustín

Otra peculiaridad de San Agustín son los sepulcros. San Agustín es la única cultura precolombina de la América del Sur que dejó una cantidad tan significativa de sepulcros. Los científicos creen, que el culto de los muertos jugaba en la sociedad de San Agustín un papel especial. Parece, que este pueblo tenía una visión específica del mundo en general y del mundo de los muertos en particular. Los habitantes de San Agustín no contraponían tan categóricamente, como en la civilización «blanca», la vida terrestre y la vida de ultratumba. En la mente de los indígenas siempre existía la pregunta sobre la esencia y del sentido del viaje al otro mundo, de los que está pasando en la lejanía invisible, que se esconde tras la frontera de la realidad perceptible. Lo comprueba la popularidad del tema de la muerte en los mitos de los colombianos antiguos.

Los arqueólogos destacan tres tipos de sepulcros de San Agustín: sarcófagos de madera, los túmulos y los sepulcros subterráneos metálicos. Los altos túmulos cubren las tumbas de lonas de piedra desbastada, en las cuales estaban los sarcófagos hechos de piedra entera. En la entrada había unas estatuas de piedra que vigilaban la paz de los difuntos. Las paredes de muchas criptas están cubiertas de un ornamento policromo geométrico. Los temas míticos de estos dibujos se parecen a los adornos pintorescos de las construcciónes religiosas de la cultura preincaica de Mochica.

Muchos sepulcros interesantes fueron hallados en la zona arqueológica de Tierradentro, que según la mayoría de los investigadores se incluye en San Agustín. Los necrópolis de Tierradentro no tienen análogos. Fueron creados entre la mitad del I milenio A.C. y la mitad del I milenio D.C. Hasta el día de hoy se conservaron las criptas en las alturas del Nudo de Pasto. Hacia allí llevan las escaleras, hechas en la roca. Grandes cámaras, redondas u ovaladas, con los techos arqueados, están divididas por las pilastras de las paredes en varios nichos, donde están las urnas sepulcrales con los restos quemados y están colocados con mucho cuidado los objetos acompañantes. De Tierradentro producen también las esculturas de piedra y las rústicas vasijas oscuras con las imágenes pegadas de las serpientes, con las estampas y rallados.

Los habitantes de San Agustín llevaban un modo de vida sedentario, y se dedicaban a la agricultura. Como todos los pueblos agricultures de América, ellos deificaban las fuerzas naturals. El significado especial lo tenían el Sol y la Luna, que estaban relacionados con la fertilidad de la tierra y con la cosecha, con el calendario agrícola. Además de los monumentos y sepulcros de piedra, en San Agustín se encuentran los restos de las viviendas con pilares, las terrazas, cerámicos, conducciones de agua, hechas en las rocas. En los sepulcros fueron halladas las piezas de oro, que ahora se custodian en famoso Museo del Oro en la capital de Colombia, ciudad de Bogotá. Las riquezas más importantes de los indígenas estaban recolectadas en la «Montaña sagrada», que fue descubierta en el comienzo del siglo XIX por el famoso arqueólogo Cáldas.

Pero en general, hasta ahora se sabe muy poco de San Agustín. Los monumentos arquitectónicos son prácticamente el único fuente de información. Algunos datos fueron obtenidos de una manera indirecta, gracias a la comparación con otras culturas. Muchos monumentos fueron robados por conquistadores y ladrones. Una gran cantidad de cosas fueron llevadas fuera de Colombia. Así el arqueólogo alemán Proiss a principios del siglo XX transportó a Berlín muchos hallazgos valiosos. Los habitantes de San Agustín no nos contaron de ellos mismos, ya que no tenían lengua escrita, y los cronistas españoles, que estudiaban escrupulosamente los pueblos exóticos indígenas, no dedicaron ni una obra a los habitantes antiguos de sudoeste de Colombia, ya que esos últimos, por razones no conocidas, salieron de la escena histórica tres siglos antes del «encuentro de dos mundos» en el año 1492.

Obviamente, los secretos de esa cultura todavía están esperando a sus descifradores, pero no cabe duda que San Agustín es una de las piedras preciosas más grandes en el antiguo collar de las civilizaciones precolombinas. Y el objeto de un orgullo especial de los colombianos.