Colombia: 60 aniversario del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán

9 de Abril de 2008
Jorge Eliécer Gaitán
Una de las fechas más trágicas en la historia de Colombia lo constituye el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, talentoso político y orador, líder del partido liberal, que gozaba de excepcional popularidad entre los colombianos por ser el único que expresaba el descontento y la esperanza del pueblo.

Han pasado 60 años desde la trágica muerte de Gaitán. No obstante, muchas circunstancias de este acto terrorista aún hoy siguen sin dilucidarse. Todos los pronósticos daban a Gaitán como virtual vencedor en los comicios presidenciales de 1949. Semejante perspectiva en modo alguno podía ser del agrado de la élite gobernante del derechista partido conservador ni de los círculos oligárquicos colombianos. La posibilidad de que un líder fuerte e independiente ascendiera al poder tampoco era una opción aceptable para los Estados Unidos. El Embajador John C. Wiley, en uno de sus despachos para el Departamento de Estado, escribió con franqueza: “Gaitán tratará de desplumar nuestra águila…”

Según el criterio de la dirección de la CIA, en medio de la “guerra fría” desatada, Gaitán como presidente podía crear una situación peligrosa en el hemisferio occidental para los intereses nacionales de los EUA. Los informes que llegaban desde Bogotá a la sede de la CIA en los meses de enero a marzo de 1948, en vísperas de la 9na Conferencia Panamericana, instigaban a Washington a adoptar decisiones radicales.

Actuando al unísono, como por orden expresa, la prensa occidental comenzó a escribir acerca de los planes de Moscú para hacer fracasar la Conferencia de Estados Americanos. La tesis acusadora fundamental fue simplificada al máximo: “Los Soviets tienen la intención de utilizar su “quinta columna” en el continente (es decir, las organizaciones comunistas y eslavas) para establecer el control sobre la América Latina”.

Los profesionales de la “prensa negra” trazaban analogías entre la política de la Unión Soviética y la del Tercer Reich: El Kremlin está decidido a utilizar la América Latina como cabeza de playa para atacar a los Estados Unidos.

La presencia de la embajada de la URSS en Colombia alteraba sobremanera a los recientes aliados de Rusia en la Segunda Guerra Mundial. En los despachos de la CIA, Jorge Eliécer Gaitán se mencionaba dentro de los principales “enlaces” de la embajada soviética. Los representantes norteamericanos en Bogotá afirmaban que Gaitán ocultaba sus “convicciones comunistas” por razones tácticas. En uno de los radiogramas enviados a Washington se decía, en particular, que a través de un intermediario, Gaitán recibía grandes sumas para su actividad política y de otro tipo. Bajo el término de “actividad de otro tipo” se sobreentendía, por supuesto, hacer fracasar la Conferencia Panamericana.

Documentos falsificados de este corte se les hacían llegar a las autoridades colombianas en el transcurso de conversaciones confidenciales con los objetivos evidentes de: comprometer a Gaitán y, lograr que los Soviets fueran expulsados de Colombia.

El pistolero asesino esperó a Gaitán a la salida del edificio donde estaba su bufete de abogado. Acompañado por un grupo de amigos, Gaitán se dirigía a su restaurante francés favorito para festejar una nueva defensa exitosa. No pudo ir muy lejos. A las 13:05 se escucharon los disparos.

El asesino, Juan Roa Sierra, trató de escapar del lugar del crimen, pero fue apresado por la policía, que lo desarmó. De la multitud enardecida comenzaron a llegar exclamaciones intimidatorias. Para proteger al “pistolero” contra una posible ejecución como venganza, los policías lo metieron a empujones en la farmacia “Granada”, con la intención de aguardar la llegada de refuerzos. Los partidarios de Gaitán, sedientos de venganza, comenzaron a sacudir las rejas de la farmacia. Precisamente en ese momento, uno de los que estaba dentro de la farmacia le preguntó al asesino: “¿Por qué mataste al Doctor Gaitán?”. Él respondió con voz débil y entrecortada: “Fueron órdenes de arriba…”

En breve, la multitud enardecida irrumpió en la farmacia y sacó al asesino a la calle, cayendo sobre él un alud de golpes desde todas direcciones. Varios minutos después, el cuerpo mutilado fue arrastrado hasta el Palacio Presidencial. Muchos partidarios de Gaitán estaban convencidos de que la orden de ejecución había venido de allí…

A pesar de la innumerable cantidad de libros y artículos dedicados a los acontecimientos del 9 de abril, la personalidad de Roa Sierra hasta el día de hoy sigue motivando interrogantes. De él se dijo: “Persona insignificante” “perturbado”, “tipo desclasado y psíquicamente enfermo” “individuo sin personalidad”. Tantos calificativos despectivos es como si advirtieran de antemano que: este personaje en si no merece que se le preste atención. Se decía que era más importante esclarecer: ¿quién le había entregado el arma y le había indicado el objetivo? La prensa burguesa colombiana tenía la respuesta preparada: Los comunistas, por supuesto. ¡Fueron ellos, los mismos que estaban intentando a cualquier precio hacer fracasar la Conferencia!

En una serie de publicaciones se menciona sin mucha claridad que durante los años de la Segunda Guerra Mundial, el joven Roa simpatizaba con los nazis y sentía admiración por las victorias de Hitler. En cierta ocasión, el poco comunicativo Juan conoció a un “alemán de verdad”: Umland Gerat que se dedicaba profesionalmente a la quiromancia. El alemán le dedicó una atención especial, y pronto se convenció de que Roa Sierra era fácilmente sugestionable: una sola “sesión de prueba” bastó para convencerlo de que era la “reencarnación” de Jiménez de Quesada el fundador de Bogotá.

La madre de Roa Sierra, preocupada por la incomprensible influencia de Gerat sobre su hijo, fue a visitar al alemán. Éste le causó una impresión positiva. “Gerat no le va a enseñar nada malo”, fue la conclusión de la madre. Por cierto, durante su encuentro con el alemán, la madre de Roa Sierra dijo más de lo que preguntó. Ente otras cosas, mencionó que su hijo visitaba el bufete de Gaitán para tratar de encontrar, con su ayuda, un buen trabajo.

Roa Sierra se entrevistó por última vez con Gerat del 7 de abril, es decir, apenas dos días antes del asesinato y, según el testimonio del alemán, le contó algo así como que había soñado con aldeas y tumbas indias en las que se conservaban tesoros incalculables. Roa Sierra había decidido emprender la búsqueda de esas aldeas, rechazando el consejo de ir acompañado por alguien para no arriesgar la vida en solitario. Ese mismo día, Roa Sierra adquirió el revolver y el día 8 los proyectiles. De creer lo narrado por Gerat acerca del “sueño profético de Roa Sierra”, el arma y las municiones fueron adquiridas por el joven colombiano para su expedición en pos de los tesoros.

Entonces, ¿por qué el día 9 de abril estaba Roa Sierra junto a la entrada del edificio donde se encontraba el bufete de Gaitán? ¿Qué fue lo que influyó para un cambio radical de sus planes? De hecho, ¿habló o no Roa Sierra con Gerat sobre la búsqueda de tesoros?, o ¿todo esto fue inventado por el alemán para librarse de los no muy profesionales interrogatorios del investigador?

Gerat logró lo que quería. Posteriormente, en el transcurso de la investigación, no hubo más interés por él. Así, el alemán quedó como una “figura a la sombra” con una biografía imprecisa. Había llegado a Colombia en 1936, pero la causa, la procedencia y el objetivo de su llegada queda sin recoger en la historia. No se sabe a qué se dedicaba en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial y, en particular, a partir de 1942, cuando todos los alemanes que estaban en América Latina se encontraban controlados por la inteligencia de Hoover (antecesora de la CIA en el continente). En esos años, ante la más mínima sospecha, los alemanes eran incluidos en la “lista negra” y, con fines preventivos, eran “exiliados” a lugares remotos. En su obra “Los Elegidos”, el conocido político y literato colombiano Alfonso López Michelsen narra acerca de esta práctica.

Resulta lógico suponer que Gerat haya logrado salvarse de tal control gracias a la ayuda que prestaba a “los hombres de Hoover” para detectar nazis ocultos entre sus compatriotas. Si así fuera, Gerat debiera ser analizado bajo otra óptica: no como “testigo de segundo orden”, sino como participante activo del complot contra Gaitán. Gerat escogió un candidato fácilmente gobernable y se lo pasó a los participantes directos del complot. Según las informaciones en poder de la hija de Gaitán, Gloria (nacida en 1938), la operación para eliminar a su padre fue elaborada por la CIA y tenía el nombre clave de “Pantomima” (Pantomime).

Después del asesinato de Gaitán, Bogotá fue sacudida por una ola de cruentos acontecimientos. Al amanecer del 12 de abril quedó claro que las autoridades culpaban a los comunistas por la muerte de Gaitán: con ello, supuestamente, se provocarían desórdenes masivos de modo de aprovechar el caos generalizado para “acelerar el proceso revolucionario en el país”. La prensa conservadora afirmaba que los Soviets “manipulaban” al partido comunista y le habían dado la orientación de tomar el poder en el país. En la embajada soviética comprendieron la jugada: había que estar preparados para la ruptura de relaciones diplomáticas. Y así ocurrió. A principios de mayo, el gobierno de Colombia decreto el “cese de las relaciones con la URSS”.

Toda la bulla que se formó en torno a los comunistas y a la embajada soviética permitió desplazar más hacia la sombra las verdaderas causas de la “eliminación” de Gaitán. Fuerzas influyentes de Colombia no estaban en lo absoluto interesadas en llegar a la verdad. Algunos norteamericanos que tuvieron participación en los acontecimientos de Bogotá dejaron este mundo en circunstancias sospechosas y sus archivos, que hubieran podido arrojar luz sobre el misterio del asesinato de Gaitán, desaparecieron.

El destacado político colombiano, precursor del “populismo” moderno, Jorge Eliécer Gaitán, está sepultado en el jardín de su residencia en Bogotá. La residencia se ha convertido en museo y entre sus visitantes no sólo figuran los revolucionarios y personas de convicciones de izquierda. Muchos son los que comprenden que el terrible carrusel de las represiones, de los ajusticiamientos, de la resistencia popular y de la guerra real interna en Colombia comenzó precisamente aquel día 9 de abril de 1948. La violencia engendró violencia y es difícil vaticinar cuando llegará a su fin. ¿Acaso ese día llegará cuando finalmente se logre sacar a la luz pública toda la verdad sobre los que dirigieron el proyectil del revolver de Roa Sierra hacia la espalda de Gaitán?

Olga Lopez, Caracas
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