El Presidente de Colombia, Uribe, no quiere para sí el destino de Noriega el de Panamá.

Olga Lopez
12 de Junio de 2008
El Presidente de Colombia, Uribe, no quiere para sí el destino de Noriega el de Panamá.
Desde los tiempos del asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán (abril de 1948) las “purgas políticas” son cosa habitual en Colombia.

Durante los años de gobierno del presidente Álvaro Uribe en Colombia, la política de terrorismo de Estado nunca ha cesado. Todo lo que en los años de lucha contra los grupos guerrilleros dio fama a los regímenes centroamericanos, incluyendo en esto a Manuel Noriega, “hombre fuerte” de Panamá y entonces favorito de los EUA, ha florecido en tierras colombianas y con su más exuberante flor. Con particular minuciosidad se llevan a cabo “actividades” para eliminar a los opositores políticos, en particular a aquellos que tienen perspectivas de llegar al poder en calidad de Presidente, gobernadores o alcaldes.

Pero el “plomo” también alcanza para los demás: activistas sindicales y estudiantiles, líderes campesinos, miembros de organizaciones no gubernamentales, líderes religiosos que defienden los intereses de las capas socialmente indefensas de la población. Debido al miedo a la represión, decenas de miles de colombianos se han refugiado en países vecinos. Los campos de refugiados son parte del genocidio colombiano en acción que se vive hoy. Con frecuencia, los propios militares realizan acciones de intimidación contra la población pacífica. Se ha conocido casos en que para encubrir actos criminales, los cuerpos de víctimas inocentes han sido vestidos con uniforme guerrillero de camuflaje y se les han colocado armas en sus manos. ¡Una nueva operación ha culminado con éxito! ¡El pago de premios se hace por tarifas especiales!

Pero los principales ejecutores de la cruenta represión son los miembros de las bandas paramilitares (paracos) de ultraderecha, que en la Colombia de hoy aparentemente “ya están completamente desarmadas”. Esto, por supuesto, no es así. Los “paracos” conservan su potencial terrorista gracias a los estrechos nexos que mantienen con los militares y con funcionarios del DAS, policía política colombiana, cuyo modus operandi en muchos aspectos coincide con la DINA de Pinochet. Y no hay nada de extraño en ello. Los profesores son los mismos profesionales norteamericanos de la tortura con ojos llenos de un inagotable entusiasmo propio de la GESTAPO.

Álvaro Uribe está bien al tanto de todo esto. Pero, públicamente, le prometió al país lograr una paz que no acaba de llegar, por lo cual se ponen en juego métodos probados de terror y de provocación.

Muy desfavorablemente marchan las cosas en Colombia en cuanto a la lucha contra los carteles de la droga. Los suministros de cocaína y heroína a los Estados Unidos y Europa crecen de año en año y echarle la culpa a los “narcolaboratorios” de los guerrilleros ya va resultando cada día más difícil, por cuanto la Bogotá oficial cada vez con más frecuencia informa tener prácticamente aniquilados los grupos guerrilleros. Tampoco es posible atribuirle estas toneladas de narcóticos al “régimen de Chávez”, porque luego de que Venezuela rechazara colaborar con la DEA – servicio antidrogas de los EUA – los órganos especiales venezolanos han incrementado notablemente la eficiencia de sus operaciones para interceptar los cargamentos de drogas procedentes de Colombia.

Con este desfavorable telón de fondo, Álvaro Uribe no puede dejar de sentirse intranquilo por su destino. En estos momentos, su imagen positiva sólo es sustentada por los medios de información masiva de los EUA y de Colombia. La manipulación de la opinión pública todavía aporta resultados: hasta el propio Uribe a veces cree en los ratings de “su popularidad”. Pero el poder de los oligarcas en Colombia tarde o temprano llegará a su fin. En los Estados Unidos puede cambiar la coyuntura política y, como ha ocurrido en más de una ocasión, la Casa Blanca puede querer mostrar toda su “positividad” a cuenta de otros. ¿Acaso Pinochet no tildó de “traidores” a sus otrora amigos de Washington que lo inspiraron para el golpe militar en Chile? ¿Acaso los altaneros gringos no “pusieron en su lugar” a Manuel Noriega en Panamá cuando éste se mostró desobediente por haberse entusiasmado en exceso con sus envíos “independientes” de drogas a los Estados Unidos?

Nada bueno le promete a Uribe toda esta serie de escándalos políticos. Cada día van apareciendo nuevos nombres de políticos y funcionarios del más alto rango, y entre los más allegados al Presidente, que han manchado sus nombres por mantener vínculos demasiado estrechos con los “paramilitares”.

Cada nuevo escándalo político arroja nueva luz acerca de la forma en que Uribe se reeligió para un segundo mandato presidencial. Después de varios años de infructuosa espera por “una gratificación adecuada” y un cargo bien remunerado en el aparato gubernamental, la ex diputada Yidis Medina entreabrió la “caja de Pandora”. Dio a conocer informaciones acerca de la forma en que ella y sus colegas en el año 2006 procesaban a los “uribistas” en el órgano legislativo para que los legisladores votaran a favor de la introducción en la Constitución de una enmienda que posibilitara la reelección del presidente para un segundo mandato. Con anterioridad, la Constitución Nacional no admitía la reelección presidencial. ¡Cuántas montañas de oro no habrán prometido los emisarios de Álvaro Uribe! La señora Medina no pudo contenerse y cedió ante generosas promesas. Votó como se le pidió. Y con ella, otros muchos diputados.

La declaración de la señora Medina provocó un shock en la opinión pública de Colombia. Pocos fueron los que creyeron en los desmentidos oficiales. Por decisión del Tribunal Supremo, la ex diputada fue arrestada a partir de la gravedad de sus acusaciones y, a juzgar por todos los elementos, para poder garantizar su integridad física. La práctica de liquidar testigos indeseables ha alcanzado en Colombia escalas tales que sería imposible garantizarle la vida por otros métodos.

La comisión del parlamento colombiano inició el estudio de los testimonios acerca de la participación de Uribe en estos escandalosos actos de corrupción. Según las declaraciones de la señora Medina, con pleno conocimiento de Uribe se aplicó la táctica de “trabajar” a los diputados, de recurrir al soborno, a promesas de “compensaciones” materiales y de otro tipo y también se puso en juego un recurso tan característico de la vida política colombiana como el chantaje.

Los complotados lograron sus fines: la Constitución fue “corregida” de la forma correspondiente y Uribe de nuevo ocupó el sillón presidencial. La victoria fue festejada por todas las partes interesadas: los oligarcas colombianos, la mafia de la droga, la reaccionaria cúpula castrense, las bandas terroristas paramilitares subordinadas a ésta y, naturalmente, por qué no, se festejó en Washington, donde no se dudaba que Uribe en lo sucesivo continuaría “asegurando” celosamente los intereses del imperio en el país y en la región.

La garantía para ello está en un extenso expediente sobre este colombiano en poder de los servicios especiales de los EUA. El expediente está conformado por muchas carpetas y de forma permanente sigue completándose con materiales frescos.

Para más seguridad, a los fines de mantener a Uribe con las riendas cortas, desde territorio norteamericano constantemente se envían “señales” acerca de la existencia de evidencias comprometedoras para él. Una de estas últimas “señales” fue la publicación en inglés y en español de un libro de memorias de Virginia Vallejo, conocida conductora de televisión de Colombia, sobre su amante, Pablo Escobar, el mayor de los mafiosos colombianos de la droga. En el libro se muestra con transparencia el carácter especial de las relaciones entre Escobar y Uribe, las que llegaron a alcanzar una intensidad tal, que ya desde tiempos de “papá Busch”, este principiante político colombiano se hizo merecedor de ser incluido en la lista negra de personas que representaban el mayor peligro para la seguridad de los EUA.

La Vallejo sólo hizo insinuaciones sobre el carácter de dudosas relaciones de Uribe con el cartel de la droga de Medellín, pero los funcionarios estadounidenses que por el servicio que prestan tienen el deber de “estar al tanto”, si conocen prácticamente todos los detalles del actual presidente. Precisamente esto es lo que explica la sorprendente “capacidad de ser gobernado” que tiene Uribe y su disposición para obedecer en todo las indicaciones procedentes de Washington las que frecuentemente, van en detrimento de los intereses nacionales de Colombia.

Sin el consentimiento de Uribe hubiera sido imposible el asalto de fuego con cohetes ( el 01 de marzo del año en curso) contra el campamento guerrillero temporal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la zona fronteriza con Ecuador y el posterior “peine” (exploración) realizado por comandos colombianos con el apoyo de aviones y asesores de los EUA. Para llevar a cabo estas acciones, los norteamericanos usaron sus bases en Manta (Ecuador) y en Tres Esquinas (Colombia).

El carácter provocador de la operación planificada como copia al carbón de los norteamericanos, condujo a que se agudizara bruscamente la situación en la región, a que fracasaran los esfuerzos de Venezuela, Ecuador y Francia para liberar a los rehenes que se encuentran en campamentos de las FARC en territorio colombiano. En algún lugar de la impenetrable selva, al límite de sus fuerzas físicas, sigue prisionera de los guerrilleros la ex senadora Ingrid Betancourt que, de dar crédito a los pronósticos, una vez liberada pudiera resultar vencedora en los próximos comicios presidenciales, anulando así las esperanzas de Uribe para un tercer mandato en el Palacio de Nariño.

También quedó eliminada la perspectiva de diálogo para encaminar el proceso de paz en Colombia. Para los Estados Unidos cualquier resultado positivo en este sentido es inaceptable, toda vez que, al final, ellos amenazan con desmontar las bases militares norteamericanas en el país y con rechazar variantes minuciosamente preparadas para “meter” a Colombia en un conflicto bélico con Venezuela. Washington tiene extrema necesidad de tener “su propio Gleiwitz”, es decir, de una provocación a gran escala similar a la que en su momento organizaron los hitlerianos para justificar la invasión a Polonia. Pero para gran decepción de los halcones de Washington, la “carta de Uribe” que parecía segura, en esta oportunidad no funcionó.

Durante la Cumbre del Grupo de Río, que tuvo lugar en la República Dominicana inmediatamente después del “ataque preventivo” colombiano-norteamericano al campamento guerrillero de las FARC, gracias a esfuerzos conjuntos de los presidentes latinoamericanos, se logró alcanzar una distensión temporal basada en la fórmula “mejor una paz mala que una buena querella”. Los líderes de Venezuela, Nicaragua y Ecuador, estados en los que la guerra interna de Colombia se manifiesta diariamente y de forma muy negativa, asumieron una posición constructiva. Las esperanzas de los “halcones” de Washington de echar leña al fuego de las contradicciones y conflictos entre países participantes en el forum no se justificaron.

Álvaro Uribe evidentemente no estaba preparado para este giro de los acontecimientos. Se mostraba inseguro, incluso desconcertado, sin haber sabido ajustarse al tono acusatorio de la intervención para la que había sido preparado en Bogotá. Según informaciones del influyente periodista venezolano José Vicente Rangel, a su regreso a Colombia, Uribe recibió una buena reprimenda de sus “patrones”.

Rangel y algunos otros expertos que observan el desarrollo de los acontecimientos en Colombia, no excluyen que para “rehabilitarse”, Uribe pueda dar pasos extremos. Simplemente no tiene otra salida. Un testimonio alarmante de esto es el rumbo emprendido hacia la carrera armamentista. Sin necesidad de ello, el ejército colombiano ya está armado hasta los dientes. Pero con ayuda de los EUA, éste incrementa activamente su potencial combativo de modo que le permita emprender la solución de misiones de mucha mayor escala que la de aniquilar destacamentos guerrilleros. Recientemente se informó de manera oficial que en el año en curso Colombia recibirá 25 helicópteros, 8 aviones de combate, 187 transportadores blindados y miles de unidades de modernas armas de infantería. Existen, además, otros planes para incrementar los mortíferos arsenales. ¿Acaso no pudiera ser posible que después de Ecuador sea atacada Venezuela, la cual durante los últimos meses está siendo acusada al unísono por Washington y Bogotá de dar protección a guerrilleros “terroristas”?

El gobierno de Hugo Chávez, de cuya rápida caída tanto hablaron sus enemigos internos y externos, se consolida cada vez más y enfrenta exitosamente los complots que tienen su inicio en los corredores del poder y en el seno de los servicios especiales de los Estados Unidos. Se fortalece el apoyo internacional al Estado que tuvo el valor de defender su derecho a la soberanía, a la independencia, a la libre elección de su sistema político y a la posesión no mediatizada por nadie ni por nada de los yacimientos de petróleo y gas en su propio territorio.

Según evaluaciones de politólogos competentes, en las actuales condiciones de agudización de la crisis energética mundial y ante los pronósticos invariablemente catastróficos para la economía de los EUA derivados de ésta, la administración de G. Bush, incluso en esta etapa final de su mandato, pudiera aventurarse a dar pasos radicales con el propósito de revertir esta dramática situación a su favor.

Los halcones de Washington están listos para dar la señal de acción. Y en Colombia está el hombre dispuesto a cumplir la orden…
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