Respeten al pueblo de Haití
20 de Enero de 2010
En Junio de 2004 fui a Haití junto con otros dos miembros del Comité de
Acción de Haití (Haiti Action Committee). Estábamos allí para investigar
los efectos del terremoto político en el cual el gobierno
democráticamente electo de Jean-Bertrand Aristide había sido derrocado
por un golpe orquestado por los Estados Unidos, Francia y Canadá.
Lo que vimos aún resuena. Centenas de familias que habían tenido que
huir de sus casas ante la represión, miles de activistas de base
encarcelados por su asociación con el movimiento Lavales de Aristide,
proyectos de alfabetización y escuelas destruidos, activistas
comunitarios forzados al exilio, Haití devuelto al control de las élites
en nombre de la “estabilidad” y “seguridad”.
También vimos los comienzos de la ocupación de las Naciones Unidas,
etiquetada de “mantenimiento de la paz” por las autoridades de la ONU
(Minustah), pero claramente percibido por el movimiento popular como el
comienzo de una ocupación de Haití.
El golpe devastó Haití. Destruyó la promesa de un periodo verdaderamente
democrático en la historia de Haití. Interrumpió el proceso de
construcción de escuelas (más escuelas fueron construidas durante los
gobiernos de Lavalas que en toda la historia haitiana), estableciendo
clínicas y parques en las comunidades más pobres, apoyo a la
alfabetización de las mujeres, respeto a la religión indígena del Vudú,
y un compromiso con el desarrollo de la agricultura haitiana frente a la
inundación de los mercados haitianos con productos provenientes de los
Estados Unidos.
Seis años más tarde, aquí estamos. Famni Lavalas, el partido político
más popular de Haití, se le ha prohibido de participar en las
elecciones, con el apoyo total de los Estados Unidos. El gobierno de
Preval ha confeccionado sus políticas de acuerdo con lo que los Estados
Unidos demandan, más bien que con lo que la gente necesita. Hay una
fisura profunda entre el pueblo y el gobierno oficial, una grieta
profunda entre los ocupados y los ocupadores.
Sí, el terremoto fue un desastre natural violento, presentando desafíos
abrumadores a cualquier gobierno u organizaciones de ayuda. Sin embargo,
es evidente que este desastre natural – exactamente como el huracán
Katrina – ha sido magnificado por el fracaso político, la continuación
de generaciones de ataques contra Haití y – en particular una ocupación
brutal de la ONU/EEUU que ha llevado las promesas de los años de
Aristide a un parón en seco.
Ahora vemos como los Estados Unidos se preparan para una operación
militar masiva en Haití, mientras la gente muere por la falta de
medicina o pasa hambre mientras las provisiones permanecen tiradas en el
asfalto del aeropuerto. Vemos las imágenes de familias desenterrando de
los escombros a sus parientes, con ninguna ayuda a la vista a pesar de
la presencia de 9000 soldados de las tropas de la ONU. Leemos los
comentarios racistas corrientes contra los haitianos, tildados de
“carroñeros” o “saqueadores” cuando, tras días sin ninguna asistencia,
buscan comida y agua en casas abandonadas. Leemos que la raíz de los
problemas de Haití es “su cultura y creencias religiosas” más bien que
las duras circunstancias del colonialismo y la ocupación. Oímos los
reportajes de la CNN sobre un hospital de campaña que la Naciones Unidas
ha ordenado retirar de la comunidad por “razones de seguridad” , incluso
delante de heridos y moribundos. Y leemos que a aviones de carga de
Médicos sin Fronteras se les denegó el permiso de aterrizaje por las
autoridades miliares de EEUU.
Este es un tiempo para respetar la entereza y coraje del pueblo
haitiano. Es un tiempo para la ayuda, no la caridad, para la
solidaridad, no para la ocupación por militares de EEUU. Y es un tiempo
para el regreso del presidente Jean-Bertrand Aristide a su país.
Traducido por José Luis Vivas
Fuente: http://haitisolidarity.live.radicaldesigns.org/article.php?id=368