Davos o Porto Alegre
El 25 de enero el mundo tiene dos compromisos antagónlcos: en Davos en el invierno suizo o en Porto Alegre en
el verano braslleño.
Los dos tienen significados radicalmente opuestos. En Davos estarán presentes los dueños del mundo responsables
del actual orden económico mundial, dominado por los capitales especulativos y las grandes corporaciones. Allí
será posible encontrar a varios de los mayores millonarios del mundo, aquellos que junto a otros 340 poseen una
alta proporción de la riqueza y el patrimonio universales, gracias a las fugas masivas de capitales, a los grandes
escándalos financieros, al contrabando de armas, al tráfico de drogas. Junto a ellos estarán -físicamente o por
identificación espiritual- los gobernantes que aceptan renunciar a la soberanía de sus países en función del ingreso
de capitales especulativos que estabilizan mágicamente sus monedas a costa de multiplicar la deuda publica por
diez, como en el caso -entre otros- de Brasil. Estarán los que dictan los discursos para la gran mayoría de los
analistas económicos que los reproducen fervorosamente como si hubiera llegado la buena nueva desde la sede del
capitalismo mundial. Estarán reunidos los que se ven a diario en la televisión, los diarios y las revistas, haciendo
diagnósticos interesados y que han hecho que la concentración de la riqueza haya aumentado mucho más durante el
reinado del mercado, predicado por esos fundamentalistas tipo talibanes que pululan en los medios explicando todo
sin explicar de verdad nada.
Quien quiera puede sintonizarse con ellos a través de los medios o simplemente pegándose una arrancadita hasta
Davos, la Meca del poder del dinero, con las jugosas ganancias obtenidas de la especulación financiera.
Los que estén descontentos con los rumbos tomados por el mundo en los últimos veinte años, cuando la gran
mayoría de los gobernantes renunció a las responsabilidades públicas propias de su cargo y se entregó a la lógica
de los mercados; los que rechazan que las relaciones entre las personas estén dominadas por la lógica del costo/
beneficio, por la ley del más fuerte o la lucha de todos contra todos, los que estiman -junto con aquellos que
empezaron a cambiar la escena internacional desde las primeras grandes manifestaciones en Seattle en 1999- que
el mundo no está en venta, que el mundo no es una mercadería y que esencialmente no tiene precio, esos estarán
en Porto Alegre.
Estarán en Porto Alegre para demostrar que lo mejor de la humanidad resiste al reinado del dinero, a la
mercantilización avasalladora de la vida de las personas, de la cultura, de la ciencia, la educación, la salud, los
medios de información y comumcación. Estarán allí para cambiar opiniones, diagnósticos e informaciones para
llegar a propuestas comunes, en la dirección que orienta el lema del Foro Social Mundial diciendo que "Es posible
un mundo distinto". Estarán con Danielle Mitterrand, con José Saramago, con Rigoberta Menchú, con Sebastián
Salgado, con Oscar Niemeyer, con Leonardo Boff, con Eduardo Galeano, con Fabio Konder Comparatto, con
Miiton Santos, con Boaventura de Souza Santos, con José Bove, con José Ramos Horta, con cientos de otros
representantes de la lucha por un mundo humanizado, junto a millares de organizaciones de trabajadores, de
mujeres, de negros, de indios, de ecologistas, de tantos otros sectores que expresan la diversidad y el pluralismo
que intenta ser aplastado por la globalización neoliberal, más decenas de millares de activistas, de ciudadanos, de
hombres y mujeres, de jóvenes, niños, de todas partes del mundo.
Todos en una lucha que busca un proyecto de mundo mejor, en que quepan todos y no solamente los que tienen
riqueza y poder. Un proyecto necesariamente mundial, de un nuevo tipo de relación entre las personas que haga del
siglo XXI el siglo de la lucha por otro mundo posible y necesario, convocando a lo mejor que existe en el mundo y
dentro de cada uno de nosotros para que el mundo sea mejor.
En Davos se busca oxigenar políticas que condujeron al mundo a ser lo que es: un mundo degradado socialmente,
al que ahora se le guere agregar un poco de políticas asistenciales y ese tipo de condimentos que, aquí mismo en
Brasil, han producido más retoques de salarios que beneficios concretos a las poblaciones depauperadas que
produce y reproduce la política económica cruel y monetarista. En Porto Alegre se busca un nuevo mundo de
solidaridad, de paz, de colaboración, de fraternidad, de alegria, de cultura, en suma, de humanidad.
Los dados están lanzados: Davos o Porto Alegre. Cada uno escoge dónde estará física o espiritualmente. En el
invierno suizo o en el verano brasileño, en el pasado o en el futuro, con los de abajo o con los de arriba, con el
mundo tal como es producido por el dinero o con un mundo a imagen y semejanza del humanismo. Davos o Porto
Alegre. (EMIR SADER, «Punto Final», #488)
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