![]() |
Publicidad
|
![]() |
Camino a Comayagua, a unos 50 kilómetros de Tegus, vi un indicador de caminos que anunciaba: Palmerola. Aquí se encuentra la base de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. El taxi arrendado por mí durante un buen rato viajó a alta velocidad por la carretera a lo largo de una interminable cerca tapiada con obstáculos de alambre de púas. Cuando en Honduras se habla de la imperiosa necesidad de un nuevo aeropuerto para la capital, sin falta se piensa en Palmerola. El aterrizaje de aviones de gran porte con pasajeros está prohibido en el aeropuerto de “Toncontin”. El riesgo es muy grande. El único lugar apropiado para trasladar “Toncontin” es Palmerola con su “infraestructura” prácticamente lista para la atención de vuelos nacionales e internacionales.
En 1962 uno de esos ya olvidados propagandistas del “frente anticomunista” publicó un artículo con el llamativo título de “¿En Honduras, puede darse una futura base soviética?”1 En pleno apogeo de la “guerra fría”, el planteamiento de semejante cuestión no podía dejar de producir alarma entre los hondureños: ¿será posible que los “rojos” se estén acercando? ¿Será posible que ya hayan llegado hasta Honduras? El autor narraba acerca de la necesidad desesperada que pasaban los hondureños, de los niños pidiendo limosna en la Plaza Morazán, de la corrupción generalizada y del desempleo. “La ausencia de perspectivas, - subrayaba el periodista -, obliga a todos los descontentos a escuchar a escondidas las transmisiones de Radio Moscú o Radio Habana o a leer los folletos subversivos que distribuyen los agentes comunistas”. Como principales propagandistas de los “rojos” se mencionaban a los maestros de las escuelas primarias y a los estudiantes partidarios del Frente de Reforma Universitaria (FRU). A criterio del autor, eran ellos precisamente los que podían contribuir a la expansión comunista en el país y por ello se demandaba apoyo material urgente a las fuerzas de derecha en Honduras: Con 9 millones de dólares resultaría más que suficiente, pero bajo un buen control, toda vez que la élite gobernante hondureña estaba provista de un irrefrenable instinto de apropiación y, según se decía, tranquilamente podía robárselo todo y olvidarse de los sagrados objetivos de combatir a los “rojos”. Este era todo el contenido de este artículo enfilado a sembrar desconcierto. Este tema, la posibilidad de que apareciera una base soviética en Honduras, fue utilizado como procedimiento propagandístico para exhortar a Occidente a prestar ayuda financiera al gobierno de “mano dura”. Por otra parte, las bases militares en Honduras siempre se han creado por exigencia de un solo país: los Estados Unidos de Norteamérica.
No obstante, la ciudad despierta una sensación de calidez, confort y seguridad que, probablemente, se explique por el “factor humano”. Los habitantes son amistosos, atentos, gustosamente establecen contacto, no están tan encerrados en si mismos como ocurre en la algo sombría Tegus o en Valle de Ángeles.
A Ricardo no le gusta permanecer mucho tiempo en un mismo lugar. Con frecuencia cambia de ciudad, prefiriendo, por supuesto, las que son visitadas por turistas extranjeros. De profesión maestro de historia, trabajó poco tiempo en la escuela. Lo venció su insuperada pasión por las artes plásticas. Desde muy temprana edad, Ricardo comenzó a dibujar (se autodenomina autodidacto) en su ciudad natal, Trujillo, la misma que en su cementerio local guarda los restos del “filibustero” Walker quien tratara de convertirse en gobernante de América Central. Atala se especializa en pintura naif de “género político”, extrayendo su inspiración de la historia de su país. Para sus obras prefiere motivos moralizantes y aleccionadores, “hacer coincidir” personajes del pasado y el presente. Es así como el cacique indio Lempira con su taparrabo y una lanza en la mano aparece interviniendo ante el parlamento nacional lanzando una alerta: “Ya les haremos saber de nosotros”. También está Francisco Morazán, con su tricornio y en raído uniforme, siendo expulsado de la tribuna para huéspedes ilustres durante las solemnidades con motivo de la independencia del país (el cuadro se titula “No lo reconocimos”). En la obra de Ricardo también está presente la imagen de Walker. El filibustero se burla sarcásticamente señalando con su dedo huesudo hacia las torres de vigilancia de la base aérea norteamericana de Palmerola: “Ellos olvidaron mi triste experiencia”. El pintor estuvo de acuerdo con mi opinión acerca de que su obra estaba “ideologizada”: - Muchos me lo han dicho, pero no pertenezco a ningún partido. Seguro es porque todos mis temas son una reacción natural frente a la mentira, la demagogia y la indiferencia social de nuestro gobierno. No me agrada su convivencia pacífica con la oligarquía, su menosprecio por las necesidades de los ciudadanos y, mucho menos, su servilismo ante la “Embajada”, que a todos los hondureños permanentemente nos educa, nos alecciona y nos hala las orejas. Resulta que nunca hacemos nada como debiéramos. Ya sabía lo que tenía en mente Ricardo cuando decía “la Embajada”. En Honduras esto significa ante todo “la embajada de los Estados Unidos”. Ricardo no oculta su actitud crítica hacia la situación en Honduras. - Vivimos de un escándalo de corrupción en otro. Los europeos nos dieron muchos recursos para programas sociales, mejorar la infraestructura urbana, modernizar la agricultura y ¿qué ha pasado? Casi todo se lo han robado. ¡Es una tradición! Por eso los países donantes uno tras otro han ido renunciando a sus contribuciones benéficas. Hasta a Suecia se le agotó la paciencia4. El salvavidas para las autoridades lo constituye la ayuda financiera de Taiwán, porque éstos tienen pánico ya que cada vez son menos los países que mantienen relaciones diplomáticas con ellos y, con el propósito de retenerlos, Taipei se ve obligado a estimular a sus últimos aliados en América Latina y el Caribe sin hacer mucho hincapié en los informes sobre la inversión de los recursos que asignan. El Primer Ministro de Taiwán se reunió en agosto con nuestro Presidente y con ministros hondureños y a todas las solicitudes de ayuda financiera de buen agrado respondía con un “si”.
Pero hasta el momento, los chinos van penetrando en Honduras “sin previo aviso”, empleando para ello las bien montadas rutas a través de Nicaragua y Cuba. Según la estadística oficial, en el país residen cerca de 4 ó 5 mil chinos, pero es difícil confiar en la exactitud de estos datos porque cientos de chinos utilizan el territorio hondureño en tránsito hacia los EUA y Canadá. Me lamenté de que en Tegucigalpa prácticamente no hubiera librerías (pienso que en otras ciudades hondureñas la situación no sea mejor). Ricardo estuvo de acuerdo. Si, los hondureños, en efecto, leen poco. Este hábito se lo hicieron perder en los años de los regímenes dictatoriales. El que lee es potencialmente peligroso. 1. Hafter, Rudolph P., “En Honduras, puede darse una futura base soviética?» Publicada en la revista “Cuadernos”, París, diciembre de 1962. Ver la reproducción del artículo en la compilación “La Mano Roja. Secretos de las Tácticas Comunistas en América”, Santiago de Chile, 1963. 2. José Trinidad Cabañas (nació 09.06.1805 - falleció 08.01.1871). Gobernó el país de 1852 a 1855. 3. La unidad monetaria de la nación lleva su nombre. |
![]() |
4. El embajador de los EUA en Honduras, Charles A. Ford, declaró en agosto del 2007 que de los 3000 casos de corrupción detectados en el país, sólo 11 habían sido investigados y sus expedientes pasados a los tribunales.
|