Terroristas venidos de Europa atacan en Bolivia

Nil Nikandrov - http://es.fondsk.ru
24 de Mayo de 2009
Terroristas venidos de Europa atacan en Bolivia
El operativo contra un grupo de cinco terroristas se llevó a cabo en la madrugada del 16 de abril en la ciudad de Santa Cruz, bastión del separatismo boliviano. Hombres enmascarados y armados hasta los dientes penetraron en el céntrico Hotel Las Américas, ocuparon posiciones de partida y, al recibir la radioseñal convenida, se lanzaron al asalto de las habitaciones en las que pocos días antes se habían alojado unos turistas aparentemente anodinos en procedencia de Europa. Se forzaron las puertas, se lanzaron granadas de ruido y hubo fuego de metralletas. El grupo de élite de la policía boliviana se tomó en serio al adversario. Y no era para menos: esos “turistas” eran ex combatientes de la llamada Brigada Internacional que habían luchado en los Balcanes contra los serbios.

Como resultado del asalto dos terroristas fueron capturados vivos, los demás fueron abatidos sin que les diera tiempo a oponer resistencia. El presidente boliviano, Evo Morales, habló de este alarmante enfrentamiento con paramilitares llegados de Europa a sus homólogos: primero, en la cumbre de los países del ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) en Venezuela, y luego en la Quinta Cumbre de las Américas, que tuvo lugar en Trinidad y Tobago. “Planeaban asesinarme a mí, al vicepresidente y otros miembros de Gobierno —dijo Morales—. ¡Y también proyectaban asesinar con fines provocadores a algunos exponentes de la oposición!”

Los primeros en censurar la actividad de grupos terroristas en Bolivia fueron los amigos de Morales por línea del ALBA: Raúl Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega y Rafael Correa. La amenaza de atentados es un factor que acompaña constantemente a su actividad política. Quién, si no ellos, comprenden perfectamente que las reformas revolucionarias lanzadas por el líder indígena suscitan el rechazo de la antigua élite gobernante, para la cual acabar con Morales sería acabar con el problema. A la hostilidad político-ideológica de esta élite se suma el racismo manifiesto de muchos ciudadanos “blancos”, particularmente entre los descendientes de quienes llegaron y se establecieron en este país al término de la Segunda Guerra Mundial: alemanes, italianos, croatas, muchos de los cuales habían sido partícipes de los crímenes perpetrados por el Tercer Reich hitleriano y el régimen de Mussolini.

Los medios occidentales, en conjunto, acogieron con bastante tranquilidad la liquidación de la célula terrorista de Santa Cruz. En esa calma informativa había algo intencionado y, a la vez, ambiguo, habida cuenta que el combate al terrorismo sigue siendo una tarea prioritaria para la comunidad mundial. Autoridades bolivianas han denunciado ya en reiteradas ocasiones la existencia de su país de una estructura ramificada de organizaciones de cuño extremista, que cuentan con apoyo desde el exterior. Pero, por regla general, no hubo una reacción adecuada por parte de los medios occidentales de información: «No son más que inventos de Morales, no hay ni ha habido terroristas». Una vez más nos encontramos con la aplicación de un doble rasero en la interpretación de los hechos. Otra cosa habría sido si se hubiera tratado de conspiraciones terroristas abortadas en Londres, Bruselas, París o cualquier otra ciudad europea; entonces se habrían echado las campanas al vuelo a escala global llamando a compartir las inquietudes y el alivio. Mientras que Bolivia para ellos está en el traspatio, en la periferia geopolítica, ¿acaso merece que se rompan lanzas por ella en el terreno de la propaganda?

El que los medios occidentales ignorasen, pasasen por alto o comentasen con ironía las declaraciones de la dirigencia boliviana con respecto a lo ocurrido en Santa Cruz mueve a perplejidad. ¿Quieren dar por cerrado el tema cuanto antes? ¿Desviar la atención hacia cuestiones secundarias? De éstas se habla sin parar: “¿Por qué en la operación preventiva no se protegieron los derechos de los terroristas?”, “¿Por qué se hizo uso exagerado de la violencia física?”, “¿Por qué no se ha invitado a expertos extranjeros a participar en las pesquisas emprendidas en territorio de Bolivia?”

En esta última demanda insisten a coro las diplomacias de Hungría, Croacia, Irlanda y Rumania, países donde fueron reclutados los terroristas. Y de ahí también emana la versión —a todas luces concertada— de que «esos chicos partieron para Bolivia por iniciativa propia». Pero ¿como pudo ser que en medio de la campaña antiterrorista desplegada en Europa con carácter permanente, con uso de los medios más sofisticados de detección de cualquier proyecto subversivo, esos “chicos” que actuaban “por iniciativa propia” lograran articular un comando y trasladarse sin ningún problema a Bolivia?

El organizador y líder visible del comando liquidado en Santa Cruz era Eduardo Rozsa Flores, quien fue abatido en el hotel Las Américas. En Croacia Rozsa tiene la consideración de héroe nacional. Este personaje con vena aventurera estaba acostumbrado a ser centro de atención y se había construido la imagen autobiográfica y romántica de un luchador abnegado por cualquier causa justa. Nació en Santa Cruz, de padre húngaro y madre española. En 1991 llegó a los Balcanes a fin de informar sobre los conflictos armados que tenían lugar en esa región para el periódico español “La Vanguardia” y la BBC. Sin embargo, pronto se cansó del papel de ser un simple observador pasivo e ingresó en la Guardia Nacional croata de la que fue el primer voluntario extranjero. Luego se le encomendó la formación de la Primera Brigada Internacional del ejército croata. Fue ascendido a coronel y el presidente Tudjman le otorgó la ciudadanía croata.

Rozsa escribió varios libros, interpretó su propio papel en una película apoteósica sobre la lucha contra “los agresores serbios”. Por lo demás, procuraba no recordar algunos episodios de su vida. Su nombre, por ejemplo, se relaciona con el asesinato de dos periodistas —el suizo Wurtemberg y el inglés Jenks—. Había pruebas de peso, pero la guerra “lo archivó todo”.

Antes de partir para Bolivia, Rozsa —por si acaso— dio en setiembre de 2008 una entrevista a un periodista del cadena estatal de la televisión húngara MTV: “¡Si me ocurre algo ponla enseguida en antena!»

En esa entrevista Rozsa no se sinceró demasiado, pero sí contó algunos detalles. En particular, dijo: «Estamos preparados para declarar en pocos meses la independencia (de las autonomías rebeldes de Bolivia) y crear un nuevo país". Rozsa reconocía que había sido “invitado” al departamento de Santa Cruz a través de unos intermediarios que actuaban por encargo de la dirección local, a fin «organizar la defensa» frente a la amenaza del uso de la fuerza por parte de las autoridades centrales. Por supuesto, Rozsa no concretó nada acerca de sus contactos en Santa Cruz, las fuentes de financiación y los conductos por lo que iba a recibir armamento, limitándose a declarar que los insurgentes actuarían «con métodos pacíficos, pero mostrando fuerza».

Por aquel entonces la situación en Bolivia estaba ya al rojo vivo. Se había suspendido el diálogo entre el Gobierno y la oposición regional. En el norte del país, cerca de la ciudad de Pando sicarios brasileños y peruanos reclutados por los separatistas atacaron una manifestación de partidarios del presidente Morales, causando 35 muertos y al menos cien heridos. Los organizadores de la masacre, entre el prefecto (gobernador) del departamento de Pando, huyeron a Brasil. La confrontación se agudizaba también en otras regiones “rebeldes”.

Rozsa y su grupo penetraron en Bolivia por senderos secretos que cruzan la frontera con Brasil. De modo clandestino pusieron inmediatamente manos a la obra para reforzar y entrenar grupos paramilitares integrados mayoritariamente por jóvenes vinculados al llamado Comité Cívico pro Santa Cruz, organización ultraderechista fundada por el latifundista de ascendencia croata Branco Marinkovic. Según datos de los órganos de contraespionaje de Bolivia, fue precisamente él quién invitó a los antiguos miembros de la Primera Brigada Internacional del Ejército croata. Y lo hizo atendiendo a las recomendaciones confidenciales del embajador de EE.UU. en Bolivia, Philip Goldberg. El diplomático estadounidense sabía muy bien lo que decía, ya que había tenido una participación directa en los cruentos acontecimientos de los Balcanes. En su hoja de servicios figura la “exitosa” misión que desempeñó en Kosovo y que facilitó en gran medida al triunfo de los separatistas albaneses. Goldberg aseguró a Marinkovic que los servicios especiales de Estados Unidos y de sus aliados europeos no pondrían trabas a la movilización de paramilitares.

Como es sabido, Morales declaró a Goldberg persona non grata por su actividad subversiva contra el gobierno legítimo de Bolivia. Durante la estancia de ese diplomático en La Paz estallaron varios escándalos de espionaje (cuyas pistas conducían todas a la embajada norteamericana), fue detenido un “matrimonio” de bombistas estadounidenses autores de varias explosiones en hoteles bolivianos. Goldberg se pasaba casi todo el tiempo en los departamentos “rebeldes” de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando. A veces uno llegaba a tener la impresión de que el embajador ignoraba ostensiblemente a Morales como quien hace un guiño a los conspiradores: “Cuánto antes os libréis de él tanto mejor para ustedes y para Estados Unidos”.

El grupo de Rozsa vigilaba los desplazamientos del presidente Morales y de los ministros clave de su gabinete. Este acecho fue detectado por el servicio de seguridad, el cual logró grabar varias conversaciones de Rozsa con los miembros del grupo. En una de ellas lamentaba no haberse enterado “a tiempo” de la reunión que Morales y sus ministros celebraron en una embarcación militar en el lago Titicaca: “Podríamos haber volado el barco. Estaban todingos (todos), no faltaba uno”.

En el recinto de la Feria Exposición permanente de Santa Cruz se descubrió que el stand de Cooperativa de Telecomunicaciones (Cotas) era utilizado como punto de apoyo de los terroristas. A pesar en el nombre de la esta compañía figura el vocablo “cooperativa”, en realidad es una empresa privada y su papel en la conspiración antigubernamental se asemeja plenamente al que desempeñó la compañía de radiotelevisión ITT en Chile, cuando se tramaba el derrocamiento de Salvador Allende. En el depósito de Cotas se habían almacenado armas, granadas, explosivo C-4, nitroglicerina y municiones. En uno de los locales preparaban artefactos explosivos. En otro se guardaban notebooks, mapas con diversas instalaciones señaladas como objetivo de futuros atentados, listas de personas a las que se proyectaba eliminar físicamente. Después de la operación llevada a cabo en el Hotel Las Américas esos escondrijos fueron intervenidos y su contenido entregado a los órganos de investigación. Los medios de información tuvieron acceso también a un video en el que aparecían los cuerpos de los terroristas abatidos: el propio Rozsa, su guardaespaldas, el irlandés Michael Dwyer, y el rumano Arpad Magyarosi, experto en voladuras.

Los dos terroristas sobrevivientes —el húngaro Elod Toaso, el boliviano-croata Mario Tadic Astorga— han decidido colaborar con la investigación y están haciendo declaraciones. En todo el país se está buscando a los demás miembros del grupo de Rozsa, se controla minuciosamente a los europeos que entraron en Bolivia desde mediados de 2008. Se indaga también la “pista argentina”. Se ha establecido que Rozsa tuvo contactos con “carapintadas” argentinos (militares ultraderechistas retirados), examinó con ellos la posibilidad de efectuar conjuntamente “operaciones de guerrilla” en territorio de Bolivia. Para establecer contactos con los argentinos, Rozsa contó con la ayuda del venezolano Peña Esclusa, dirigente de la ONG UnoAmérica, financiada desde EE.UU. Este dato no es nada sorprendente ya que Peña Esclusa es un agente empedernido de la CIA (en este caso no cabe otro epíteto), al que dicha agencia trató de infiltrar entre los seguidores de Hugo Chávez en el inicio de su carrera política (en una carta a sus amigos, Chávez les decía que tuvieran cuidado con Esclusa, el cual se estaba desviviendo por ganarse su confianza).

Ya han sido detenidas personas que financiaron y proveyeron de armas a los terroristas, por radio y TV se invita a quienes se ocultan en pisos clandestinos a entregarse voluntariamente a la justicia. Por ahora nadie ha respondido a este llamamiento si descontamos la llamada telefónica que desde Estados Unidos hizo Hugo Achá, enlace de Rozsa, a una cadena de televisión. Achá (alias Superman) fue hasta hace poco representante de Human Rights Foundation (HFR) en Bolivia y se reunía regularmente con diplomáticos estadounidenses. Además ejerció como profesor de la Escuela de Altos Estudios Militares y, como tal, mantuvo estrechos contactos con mandos del ejército y tenía acceso al ministro de Defensa Wálker San Miguel. “Superman” niega haber colaborado con los terroristas aunque sí reconoce que se reunió con ellos en «condiciones de clandestinidad”. Achá no piensa regresar a Bolivia, porque, según dice, no tiene confianza en “la actual justicia boliviana”. Pero el principal motivo de la huída de Achá es que por su conducto la CIA dirigía los pasos de Rozsa. Al agente se le mandó que abandonara el país ante el temor de que pudieran desenmascararlo.

***
La desarticulación del grupo terrorista en Santa Cruz ha revelado cierto modus operandi innovador en las actividades subversivas que desarrolla la CIA en Latinoamérica. Se perfila netamente la estrategia que tiende a valerse de hombres reclutados en los países de Europa Oriental con el fin de desacreditar, desestabilizar y, en perspectiva, derribar a los “regimenes populistas”. Los neodemócratas croatas, húngaros, rumanos y de otros países recién ingresados en la Unión Europea se emplean a fondo por demostrar a los norteamericanos su lealtad y utilidad. (Recordemos aunque sólo sea su memorable cooperación con los Estados Unidos en la creación de centros secretos de tortura en sus países.) La CIA cifra sus cálculos en el hecho de que en América Latina no existe “un complejo de desconfianza” hacia Europa, y menos aún hacia la Europa Oriental, como el que existe respecto a Estados Unidos. No hay recelos respecto a los naturales de Europa Oriental, incluyendo a los que llegaron al continente después de la guerra de los Balcanes (evadiendo persecuciones por la comisión de crímenes de lesa humanidad). Rozsa se proponía incorporar este contingente a las operaciones para escindir Bolivia y ya había dado pasos encaminados a reclutarlos en las filas de grupos de acción terrorista y sabotaje.

Al presidente Morales no podían menos de indignarle las demandas emitidas por los gobiernos de Hungría, Croacia, Rumania e Irlanda pidiendo “aclaraciones” con respecto al lo ocurrido en Santa Cruz. El tono y el contenido de esas demandas no se atenían del todo a las normas diplomáticas, y Morales contestó en la misma forma: «Cómo semejante gente que viene aquí a atentar hasta contra el presidente va a ser defendida. Es muy grave, yo puedo pensar que ellos (los dirigentes de esos países) entonces son los que han mandado acá a atentar contra la democracia».

El grupo de trabajo de la ONU sobre el uso de mercenarios expresó preocupación por las noticias sobre la activación de grupos terroristas en el país sudamericano y emitió una declaración dirigida al gobierno de Bolivia y los de lospaíses con nacionales vinculados al complot, a investigar con todo rigor el incidente y llevar a los culpables ante la justicia. En el documento se destaca que en varias resoluciones de la ONU se hace constar que el reclutamiento, financiamiento, entrenamiento y utilización de mercenarios para derrocar gobiernos legítimos es un delito de gran preocupación para todos.

La batalla mediática en torno al grupo de Rozsa se está intensificando. Hay incluso quien traza paralelos entre Rozsa y Che Guevara, aunque el coronel croata abatido en Santa Cruz rechazaba todo lo que fue el sentido de la vida del Guerrillero heroico. El tema de Rozsa como “idealista romántico” está siendo cada vez más explotado por los medios occidentales. Sobre este telón de fondo, al gobierno de Morales se lo presenta como el de un régimen “dictatorial, castro-comunista” y, por si fuera poco “imbuido de racismo indígena”. Se le acusa de “haber reprimido cruelmente a unos románticos euroorientales sin siquiera haber negociado ellos su rendición voluntaria”. Se retiran consecuentemente de Internet los materiales que comprometían a Rozsa y sus acólitos. De ello se han dado cuenta, en particular, usuarios de la página web hungarianambiance.com: “¿Qué han hecho con la fotografía de Rozsa en la que aparecía posando con armas en la mano? ¿Quieren hacerlo más atractivo?”

A juzgar por todo, esta fotografía resultó fatal para Rozsa. En ella aparece posando en un hotel boliviano en la etapa inicial de la operación para “organizar la defensa y mostrar fuerza”: con UZI en la mano derecha y un Kalashnikov en la izquierda, luce una sonrisa valiente y bronceado tropical. Rozsa no resistió la tentación de colgar su retrato en Internet. Por supuesto, en la leyenda no se indicaba el lugar donde fue tomada esa fotografía, pero hubo alguien con buen ojo profesional quien supo determinar por el dibujo del cabecero de la cama captada por el objetivo que las cosas ocurrían en Bolivia...
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