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Golpe en Honduras: la pista norteamericana

Nil NIKÁNDROV - http://es.fondsk.ru
25 de Julio de 2009
Golpe en Honduras: la pista norteamericana
Ahora el problema más discutido en América Latina es el siguiente: ¿qué relación tiene la administración de Obama con el golpe en Honduras? La respuesta es sencilla – ¡la más directa! El golpe responde a los objetivos estratégicos de Estados Unidos y será usado para restablecer las posiciones, perdidas en la región durante la presidencia de George Bush Junior.

Los primeros meses de la presidencia de Manuel Zelaya no presagiaban problemas algunos en las relaciones hondureño-norteamericanas. Todo iba por la acostumbrada vía neocolonial: Tegucigalpa reconocía con una desesperación taciturna su "subordinación" a Washington y no hacía nada, que podría provocar su descontento.

En uno de los países más pobres de América Latina, en cuya economía mangonean compañías de EEUU, y el rumbo de la política exterior definía el Departamento de Estado, la pérdida de hecho de la soberanía ya hace tiempo se ha transformado en el complejo de la inferioridad estatal. La élite política y militar de Honduras competía en la demostración de la lealtad al imperio, sin olvidar de extraer su propio provecho del estatus quo de la humillación nacional. Este país siempre ha sido un campo de operaciones de EEUU para organizar represiones en contra de los movimientos de liberación en la subregión. Por esta razón lo llaman frecuentemente "el portaviones Honduras".

Con el trasfondo de los procesos renovadores en los países de América Latina, de su desplazamiento a la izquierda, de la aparición de los llamados "regímenes populistas", que se orientan a la construcción de la sociedad de justicia social y la erradicación del capitalismo antihumano, Honduras parecía hasta los tiempos recientes un bastión de los neoconservadores norteamericanos y de la reacción latinoamericana. La huella más lúgubre en la historia de Honduras y de América Central dejó John Negroponte, quien fue en los años 80 el embajador de EEUU en Tegucigalpa, en la época de los movimientos rebeldes izquierdistas en la región. Hacía todo lo posible, para "hacer desangrar al enemigo", para lo cual, opinaba el gobernador general norteamericano, fueron permitidos todos los métodos y medios. Con el esmero máximo fue "limpiado" el espacio político en Honduras. Los líderes potenciales morían en trampas de la policía secreta, "se desaparecían" y "se suicidaban".

Hasta ahora suena el eco de las represiones despiadadas contra aquellos, quienes según sus convicciones se encontraban más a la izquierda del centro: el despliegue de las represiones y de las acciones punitivas es para muchos hondureños la única variante posible para el desarrollo consiguiente de los acontecimientos después del derrocamiento de Manuel Zelaya el 28 de junio de este año. Fue arrestado por los conspiradores militares en su residencia temprano en la mañana y llevado a Costa Rica. La acción fue acompañada por una intensa campaña propagandística: Zelaya – asesino (?), títere del tirano Chávez y de los hermanos Castro, un tipo psíquicamente inestable, quien con la ayuda del referéndum sobre lo oportuno de la Asamblea Constituyente intentó prolongar su permanencia en el cargo presidencial.

El presidente de facto se hizo Roberto Micheletti, quien hasta entonces encabezaba el parlamento de Honduras, donde dominan los adversarios políticos de Zelaya. Según el esquema clásico de semejantes golpes de estado fueron cerrados aquellos medios de comunicación masiva, que intervenían de parte del presidente derrocado, fue introducida la censura, expulsados los periodistas de los países "no amistosos" (populistas). Simultáneamente fue desplegada una campaña desenfrenada (no se puede llamarla de otra manera) de desacreditación de Zelaya como "el protegido político" de Hugo Chávez. Sus tesis fueron tan primitivos, que recordaban la época de "la guerra fría": Zelaya "se vendió" por petrodólares y suministros ventajosos del oro negro, revelándose como un hombre corrompido y traidor de los intereses nacionales. Se subrayaba constantemente: el derrocamiento del "loco" Zelaya es un asunto puramente interno, resultado de las acciones decisivas de los patriotas hondureños. ¡No hubo ninguna colaboración extranjera ni instigación!

¿Pero acaso es así? Desde el momento del golpe no pasaron ni tres semanas, pero su "componente norteamericano" se reveló prácticamente por completo. La preparación del derrocamiento del gobierno de Manuel Zelaya fue sancionada aún por la administración de G.Bush Junior. Los populistas no son tan fuertes, como parece. Lo principal es ¡comenzar! "El efecto dominó", se caerán uno tras otro. Los organizadores clave del complot fueron el ex vicepresidente de EEUU Chainy y John Negroponte. Para ellos fue el asunto de principio no permitir el deslizamiento de Honduras al campo populista (¡el último límite de la detención de Chávez en América Central!). El tema de discusiones agudas en el ambiente cercano de Bush ha sido la interrogante sobre los plazos de la intervención. Se discutió, en particular, el asunto de la sincronización de la agresión de Georgia en contra de Osetia del Sur y el golpe de estado en Honduras, para mostrar una vez más, que EEUU está atacando en todos los frentes., Pero aún las cabezas más calientes de la "manada de halcones" consideraron peligroso el experimento de tal índole en la víspera de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Es por eso que fue decidido desenrollar el volante, dejándolo de "herencia" a los demócratas. Que vayan a comprobar, de qué son capaces, defendiendo los intereses norteamericanos en América Central.

Manuel Zelaya es un hombre acaudalado, quien alcanzó éxito en el negocio agroindustrial. Durante la lucha por la presidencia se posicionó como un político de índole neoliberal, quien entendía sin embargo, la necesidad de elevar el nivel de vida de los hondureños sencillos. Al ocupar el sillón presidencial, Zelaya entendió pronto, que el modelo neoliberal no funciona, el tesoro público estatal está vacío, las esperanzas a las inversiones y el mercado libre no se cumplen, y lo único, que progresa en el país – es la miseria popular. Honduras apenas estaba a flote en gran medida gracias a los giros en dólares de los trabajadores indocumentados desde EEUU. Cada vez, cuando Zelaya, según las valoraciones del Departamento de Estado y el Pentágono "obraba a su antojo", tratando de aplicar la política exterior soberana, los trabajadores hondureños indocumentados se hacían víctimas de las persecuciones de los órganos migratorios y policiacos, de expulsiones colectivas, multas pecuniarias y otras sanciones parecidas.

La crisis de petróleo en Honduras se hizo para Zelaya el principal argumento a favor del cambio del rumbo. Las compañías norteamericanas, que usurparon los suministros de los productos de petróleo al país, en busca de las ganancias manipulaban los precios y creaban la escasez artificial de los portadores energéticos. Una serie de huelgas y protestas, que pusieron la estabilidad de Honduras al borde de la crisis, obligó a Zelaya a "la expropiación temporal" de los depósitos de petróleo, que pertenecían a las compañías estadounidenses. El paso siguiente se hizo el acercamiento de Zelaya con los líderes del ALBA, Alternativa Bolivariana para los pueblos de América Latina. Honduras firmó una serie de acuerdos con Venezuela para los suministros ventajosos del petróleo, la ampliación de los vínculos económico-comerciales, de la colaboración en la esfera de la modernización de la estructura del transporte. Un objeto prometedor en esta colaboración tenía que ser, como declaró Zelaya, la construcción del aeropuerto capitalino moderno (con el apoyo de los países del ALBA) en el lugar de la base estadounidense en Soto Cano (Palmerola). El aeropuerto que funciona actualmente, ubicado casi en el centro de Tegucigalpa, no corresponde a las exigencias elementales de la seguridad. La amenaza de perder una base más de importancia estratégica en América Latina (en noviembre de este año los norteamericanos tienen que abandonar la base en Manta, Ecuador) incitó a Washington y los servicios secretos de EEUU a activar sus planes conspirativos.

Se sabe, que después ya de la inauguración de Barack Obama Honduras fue visitado por John Negroponte. Realizó una serie de encuentros con los políticos de la oposición, asegurándose de la promesa de Roberto Micheletti de "ir hasta el final". Las garantías análogas fueron recibidas de los representantes del sector empresarial, de la iglesia católica, los propietarios de los canales de televisión y la cúpula militar. Para aquel momento Negroponte había abandonado el cargo del sustituto de Condolisa Rais en el Departamento de Estado, pero fue invitado como consejero al equipo de Hillary Clinton. La nueva administración de EEUU reconoció de útil su experiencia específica en los asuntos internacionales.

A lo largo de todo el año 2008 John Negroponte estaba creando en América Central una estructura diplomática de inteligencia eficaz, orientada al restablecimiento de las posiciones, perdidas por EEUU, la neutralización de los "regímenes de la izquierda" y del proyecto de la integración en los marcos del ALBA. "La gente de Negroponte" está encabezando ahora las embajadas de EEUU: en Honduras (Hugo Llorens), en El Salvador (Robert Blau), en Guatemala (Stephen Mac Farland) y en Nicaragua (Robert Callaghan). Todos ellos tienen una experiencia práctica de la desestabilización de "los regímenes hostiles", de las operaciones subversivas y propagandísticas, de la creación de "las quintas columnas" modernas en forma de "organizaciones no gubernamentales" y de "las sociedades civiles". Algo parecido fue creado también en Honduras bajo el nombre de la "Unión Democrática Civil", formada por todos los adversarios de Zelaya - desde los jerarcas católicos hasta el Consejo de los empresarios privados y desde la Confederación de los trabajadores hasta la agrupación estudiantil de la derecha "Generación X Cambio".

El conflicto con los militares, el intento frustrado de Zelaya de desplazar del cargo del comandante del ejército al general Romeo Vásquez confirmaron la agudeza y la falta de compromiso de la crisis interna en Honduras. El propio Vásquez junto con el núcleo principal de los altos oficiales de las fuerzas armadas del país fueron graduados de la Escuela de las Américas, patronada por el Pentágono, mantienen vínculos estrechos con la misión militar de EEUU, recibiendo por sus canales dotaciones pecuniarias regulares. Los generales y los coroneles hondureños optaron por Washington, ellos van a obstaculizar por todos los medios el regreso de Zelaya al país. Si el presidente logra regresar, entonces tiene que recordar constantemente que de los militares emana una amenaza directa a su vida. Los "gorilas" hondureños con hombreras tienen una rica experiencia de liquidaciones, justificadas por "los intereses superiores del país". Hipotéticamente Zelaya puede confiar en el apoyo de una parte de los jefes militares de los eslabones medio y el inferior, por eso apela a ellos y al pueblo en sus llamamientos por la radio desde el exterior: "¡El poder en el país es usurpado, y Uds. tienen todo el derecho a la resistencia!"

En palabras Washington se esfuerza en demostrar su anhelo a "la pacificación" en Honduras. Pero de hecho favorece al "usurpador" Micheletti, frenando el retorno del presidente Zelaya, elegido legítimamente. Si Micheletti logra reforzar sus posiciones, se podrá prescindir de Zelaya. Ha timoneado un poco, y basta. La tarea máxima es la legitimización del "gobernó de tránsito". Claro, teóricamente es posible lograr un compromiso entre él y Micheletti. En este caso Washington va a promover la variante radical de la limitación de los poderes imperiosos de Zelaya y el reforzamiento de las posiciones de su oponente.

En noviembre en Honduras tendrán lugar las elecciones generales. Si no son frustradas, los organizadores del golpe y EEUU, en primer lugar, harán todo lo posible, para causar la derrota a los partidarios de Zelaya.
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