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Bicentenario chileno: Ahora le toca al pueblo

Manuel Cabieses Donoso*//Surysur.net
17 de Septiembre de 2010
El tercer siglo de la República será el siglo del pueblo y los trabajadores. Ya es tiempo de decir basta a la oligarquía que nos gobierna. ¡Ya basta de abusos y privilegios de una plutocracia que no cesa de tragar riqueza y que hace de la Patria un mercado bursátil! ¡Ya basta de explotación y discriminaciones, de masacres repetidas por gobiernos de todo signo, de la corrupción que hace suyos los recursos de los chilenos!

¡Ya basta del despojo de las riquezas naturales!
Sólo cuando esta realidad cambie y los de abajo tengan las riendas del poder, será posible celebrar la verdadera Independencia de Chile.

Las posibilidades de alcanzar ese objetivo, cambiando lo que hoy está al revés, son reales, y hay que ser optimistas sobre el resultado de las luchas populares. De hecho, una nueva y positiva realidad se está imponiendo en América Latina. Se ha conformado una corriente integradora que rechaza el capitalismo desenfrenado como un sistema inhumano y depredador.

Estos países hermanos se encaminan hacia el socialismo y están creando -mediante su acción y el desarrollo de conciencia revolucionaria, aunque no sin dificultades-, formas frescas y originales de materializar la utopía de igualdad, justicia y solidaridad entre los seres humanos. El imperialismo norteamericano, cargado de armas mortíferas capaces de destruir la Humanidad de un solo soplido nuclear, se ve sometido en su propio patio trasero al más grande desafío de su historia. El centro de gravedad del renaciente movimiento revolucionario del mundo se asienta ahora en América Latina y el Caribe, como ayer lo estuvo en Europa y Asia.

Estos elementos favorecen la retoma de la iniciativa de la Izquierda chilena. Pero están también los factores objetivos internos, que hacen necesaria y urgente la rearticulación ideológica y orgánica de la Izquierda para asumir su deber: la defensa de los intereses populares. El requerimiento de una Izquierda fuerte e independiente lo produce, en primer lugar, la exacerbación del modelo capitalista neoliberal -que en el caso nuestro ha sido llevado por la dictadura militar y por la Concertación a extremos que rompen todos los cánones conocidos en el mundo-. El pueblo está sufriendo bajo el peso de un modelo institucional, económico, social y cultural que jamás aprobaría si le fuese consultado democráticamente.

Las penurias de amplios sectores ciudadanos aumentan por el abuso y exacción cotidianos de créditos usurarios, tarifas abusivas, impuestos injustos que liberan al rico y agobian a los pobres condenándolos al endeudamiento de por vida. La apropiación por multinacionales de los ahorros de los trabajadores mediante las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), que han transferido más de 35 mil millones de dólares a las arcas de los emperadores del mercado financiero, constituye una colosal estafa.

Un abismo de desigualdad creciente en los ingresos de una minoría rica y la mayoría de pobres y explotados, la escandalosa especulación con los precios de los medicamentos y el deterioro de los servicios de salud y educación, mientras fondos públicos incrementan las ganancias de las clínicas de lujo son una burla inhumana.

La brutal discriminación que vulnera el derecho a la vivienda, el hacinamiento y las carencias que fomentan terribles lacras sociales como la drogadicción, la prostitución y delincuencia, enardecen la contenida furia del pueblo. El intolerable gasto fiscal en armamentos convierte a Chile en uno de los países con mayor presupuesto militar en el continente mientras se niegan fondos para educación y salud. La criminalización de la protesta social descarga una brutal y permanente represión destinada a amedrentar a los trabajadores, estudiantes, pobladores y mapuches.

La estructura institucional y la telaraña jurídica que se levantan a partir de una Constitución ilegítima y antidemocrática, requiere ser cambiada por una Asamblea Constituyente y un referéndum transparente.
Estos son algunos de los factores que llaman al sentimiento de Izquierda a reagruparse y retomar un camino de lucha independiente. Hoy existen más motivos -y más poderosos, si cabe- para organizarse y luchar contra el sistema opresivo y explotador que llevó a nuestros padres y abuelos a incorporarse a la lucha social y política.Ellos levantaron en Chile una Izquierda -social y política- que alcanzó prestigio e influencia en el continente por su fortaleza y combatividad.

Las condiciones en que nuestros antepasados se entregaron a la lucha no fueron más fáciles que las actuales. Por el contrario, hoy contamos con una experiencia de victorias, errores y derrotas, que ellos no tuvieron para diseñar sus estrategias. Así ha sido desde la lucha de emancipación, en los albores de la República. Un puñado de valientes, casi sin otras armas que cuchillos y lanzas de coligüe, se lanzaron a hacer realidad los tibios balbuceos independentistas de 1810.

Dignos herederos de esos hombres y mujeres que engendraron la Patria, removiendo conciencias, derrotando la ignorancia, la indiferencia, el fanatismo religioso y el servilismo al poder colonial, venciendo al ejército aguerrido y veterano de una potencia europea, fueron los chilenos y chilenas que a fines del siglo XIX y comienzos del XX echaron los cimientos del movimiento popular y que construyeron la necesaria vanguardia política. El costo de sangre que pagó el pueblo -en masacres que tiñeron de rojo la pampa salitrera, los centros urbanos, los campos y montañas hasta el extremo austral-, fue enorme. Sin embargo, nuestros antepasados no desmayaron y su lucha de generaciones creó las condiciones que en 1970 permitieron alcanzar una histórica victoria.

Por fin se avizoraba la plenitud de la soberanía del pueblo y de la independencia nacional enajenada a sucesivos imperios. Sin embargo, la traición militar, con la complicidad de la burguesía, asistidos por agencias secretas del imperio, troncharon el gobierno del presidente Salvador Allende e hicieron polvo esos sueños, echando mano a los métodos más siniestros del terrorismo de Estado para liquidar físicamente a los partidos revolucionarios y aniquilar al movimiento popular.De esa terrible experiencia el pueblo chileno aún no termina de sobreponerse.

No obstante, aunque diezmada, la Izquierda chilena no está destruida. Han brotado retoños de la lucha social y política que comienzan a hacer su propia experiencia. Ha llegado el tiempo de sumar fuerzas, romper el aislamiento y recrear lazos de confianza. Es hora de actuar para que tome coherencia y se abra paso una alternativa de Izquierda sin ambigüedades ni compromisos que diluyan su identidad. Se requiere sacar del letargo y el escepticismo a un vasto sector popular que desconfía de prácticas políticas en las que han visto métodos corruptos y conductas inconsecuentes. Por eso, lo prioritario es lo que Fidel Castro y los revolucionarios cubanos, precursores del socialismo en nuestra América, llaman la “batalla de ideas”.

Es precisamente en el terreno ideológico donde la Izquierda sufrió su peor derrota. En ese campo devastado, donde hoy sólo crecen la indiferencia y la desconfianza, es donde comienza la lucha en el tercer siglo de la República.

El camino para hacer de Chile un país distinto -más justo, independiente y soberano, más tolerante y comprometido con un proyecto nacional que permita liberarse de las trabas que entorpecen el desarrollo de sus potencialidades-, requiere enorme voluntad colectiva y una mirada de altura en la conducción política.

Tales exigencias no deben inhibir la acción. Ninguna hazaña humana se logró sin trabajo y grandes sacrificios. Ningún proceso de cambios profundos, como los que necesita Chile, comenzó con el triunfo asegurado de antemano. Lo advertía Marx a propósito de la Comuna de París: “Desde luego, sería muy cómodo hacer la historia universal si la lucha se pudiese emprender sólo en condiciones infaliblemente favorables”.

El norte hacia el cual debe poner el rumbo la Izquierda ideológica y orgánicamente reconstruida, es sin duda el socialismo. Pero no podría cumplir su misión si aceptara la tutela reformista a cambio de ocupar un lugar en el híbrido complejo político que agrupa a los servidores probados del neoliberalismo.

La Izquierda necesita crear una corriente de opinión propia, independiente, que sostenga formas de organización social y política más avanzadas, capaces de realizar cambios de fondo. Y para eso -en una perspectiva de largo plazo- hay que echarse a andar con optimismo, sin temores ni complejos, como hicieron los padres de la Patria y los fundadores del movimiento obrero y de la Izquierda chilena, asumiendo que en este siglo derrotaremos las injusticias y la desigualdad del país del Bicentenario

*Editorial de Punto Final, año 45, edición Nº 718, 16 de septiembre, 2010
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