La "revolución rosa" ecuatoriana

24 de Abril de 2005
Las baterías de la revolución rosa de la clase media ecuatoriana se enfilaron este día contra la Organización de Estados Americanos (OEA), en una jornada marcada por los rumores y los afanes del nuevo gobierno y los partidos políticos apoyados por los principales medios de comunicación de mostrar que todo ha vuelto a la normalidad, pese a que el ex presidente Lucio Gutiérrez continúa en este país refugiado en la embajada de Brasil, permanentemente vigilada por sus adversarios.

La decisión de la OEA de posponer el análisis de la situación ecuatoriana fue el tema principal en la elite política.

Para Estados Unidos hay lenguaje rudo en las calles como en los pasillos del poder, especialmente tras las declaraciones de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, quien sugirió elecciones anticipadas.

En Washington, la delegación ecuatoriana ante la OEA invoca la Carta Democrática Interamericana, y su cabeza, Blasco Peña Herrera, informa que el nuevo gobierno de Ecuador ha entregado el salvoconducto necesario para que Gutiérrez abandone el país.

El presidente Alfredo Palacio continuó la integración de su gabinete, incluyendo la renovación de los mandos militares

En el afán de demostrar que la normalidad ha regresado al país, el gobierno de Quito y las televisoras se unen para pedir a la población que este sábado participe en una limpieza a fondo de la ciudad.

"Que se vayan todos"

Es el grito todavía en las paredes de esta ciudad mojada. "Que se vayan quienes vendieron su conciencia", reta el socialcristiano León Febres Cordero, dueño de unos de los más rancios partidos políticos.

Para Febres Cordero, las protestas sólo fueron de "unos cuantos anarquistas de extrema izquierda, eso no fue el pueblo de Quito".

En el bando de la partidista izquierda tampoco ven la cosa muy diferente. Luis Villacís, diputado del Movimiento Democrático Popular, dice que ellos no tienen que irse porque le han cumplido al pueblo: "Es respetable que un sector piense así, pero nosotros no cabemos en el mismo saco de los que se vendieron".

Por lo pronto, hay expectativa por la próxima sesión plenaria del Congreso, que había sido convocada en Guayaquil para el martes, pero Febres Cordero dice que se hará en Quito y que el gobierno es responsable de garantizar la seguridad de los diputados.

"¡Que se vayan todos!" Pero "todos" es decir, la clase política de esta pequeña nación andina, siguen aquí -el edecán-presidente-dictador Lucio Gutiérrez, refugiado en la embajada del Brasil; el vicepresidente Alfredo Palacio es ahora presidente y ha demorado dos días en nombrar su gabinete; los diputados, algunos de ellos doloridos por los golpes recibidos en la candente jornada del jueves 20-, siguen en sus dos sedes.

"¡Que se vayan todos!", grita Jesús Valles, un artesano barbado, cuando hace una pausa en su tarea de recolectar firmas en un documento que de plano desconoce "a los tres poderes del Estado por su incapacidad, inmoralidad, corrupción y traición a la patria".

¿Y los indígenas?

"Que se vayan todos", gritan las paredes de esta ciudad mojada. "¿Y entonces quién gobernaría?", se pregunta el diputado Salvador Quishpe, del Movimiento Pachakutik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie).

"No, sería el caos. Vamos a resolver los asuntos pendientes del aparato de justicia, a decidir el adelanto de las elecciones, y entonces sí nos vamos", completa el legislador, con la bandera multicolor del movimiento indígena detrás de su larga cabellera trenzada.

El diputado indígena traza una agenda legislativa que arranca con la solución de pendientes del sistema judicial, incluyendo el "cese del Tribunal Constitucional", es decir, la herencia de Gutiérrez.

El movimiento indígena ecuatoriano, elogiado afuera por su madurez y fortaleza, jugó un papel determinante en la caída del presidente Jamil Mahuad y en la victoria electoral del ex coronel Gutiérrez. "Nosotros lo llevamos al poder", dice Quishpe.

Pero luego Gutiérrez se encargó de abrirle tremendos boquetes a la Conaie y su brazo político. "Su intención era destruirnos", afirma. Quishpe explica que una parte del boquete lo abrió el nombramiento de dirigentes indígenas como ministros del gobierno y la otra el flujo de recursos a las organizaciones que le eran fieles.

Algunos aquí piensan que casi consiguió destruir al movimiento indígena. Al menos lo partió. Este fin de semana, tenía previsto hacer presencia masiva en Quito. Pero la revolución rosa de la clase media se le adelantó.

Ahora, las esperanzas de los indígenas ecuatorianos están en que el nuevo Ejecutivo retome el proyecto que llevó el poder a Gutiérrez. "Nosotros seremos vigilantes". Y en esa tarea, creando órganos de vigilancia del gobierno, también andan las asambleas de la clase media en Quito.

La reconocida líder indígena Blanca Chancoso, participante activa en las manifestaciones por la caída de Gutiérrez, declaró que «es urgente la conformación de una comisión ciudadana y popular para ir a Washington y a la OEA con el fin de decirles en donde radica la soberanía de un Estado, protestar por la permanente injerencia de los EEUU en nuestro país y exigir el respeto a la buena vecindad».


También han causado beneplácito las declaraciones del nuevo Ministro de Economía, Rafael Correa, reconocido investigador, quien dijo a medios de prensa que existirá una nueva política que privilegie el gasto social sobre el de la deuda externa. Así también expresó su deseo de reformular el Feirep, un fondo de estabilización que utiliza los excedentes petroleros para privilegiar el pago de la deuda externa en detrimento de las necesidades ciudadanas. Ciertos sectores de la bancocracia ya están poniendo el grito en el cielo y el BID y el BM han anunciado el bloqueo de flujos de préstamos.

La Jornada/http://www.aporrea.org
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