Tango del Río de la Plata
15 de Enero de 2001

Pues bien, el tango nació en esa "área cultural" en el último tercio del siglo XIX, sin que pueda determinarse fehacientemente lugar, día y hora, porque ese nacimiento es la consecuencia de un largo proceso histórico y sociológico. Ni la Argentina ni el Uruguay - si hablamos responsable y seriamente- pueden reivindicar ningún derecho de primogenitura en la materia. Por el contrario, los dos países rioplatenses pueden invocar similares razones para considerarse, al mismo tiempo, la patria común del dos por cuatro. ¿Por qué? Porque fueron los mismos factores, durante la misma época, que operaron en las dos orillas del río "grande como mar" (el "Paraná-Guazú") y, en especial, en las dos ciudades-puerto, Montevideo y Buenos Aires, para dar a luz el tango.
El éxodo del paisaje gaucho hacia las ciudades, la nostalgia de los inmigrantes - en gran parte italianos- que, felizmente, nos invadieron; el deseo de diversión de los marineros que recalaban en nuestros puertos y nos aportaban ritmos de ultramar (la "habanera", por ejemplo); la alegría de los antiguos esclavos que descubrían su libertad; los salones de baile y los prostíbulos, donde se juntaba todo ese material humano para olvidar un poco los sinsabores de la vida y a los cuales concurrían también los obreros de los mataderos (después frigoríficos) y los "niños mal" de las "familias bien"... Allí en la zona portuaria y en los arrabales porteños y montevideanos nació el tango. Y fue un uruguayo - Enrique Saborido- quien compuso el primero, cuyo éxito desbordó los estrechos límites del suburbio, disimulando sus orígenes prostibularios o "non sanctos": "La Morocha". Tango que fue dedicado a la hermosa Lola Candales, cantante y bailarina, uruguaya también. Fue también un compatriota, Alfredo Gobbi, originario de Paysandú, quien, con Angel Villoldo (a quienes algunos consideran uruguayo) hizo desembarcar el tango en París, en 1907. Y de ahí a la conquista del mundo...

¿Por qué, entonces, si las cosas son así - y se pueden demostrar con abuntante bibliografía y documentación que no corresponden en esta rápida síntesis- se desconoce o ignora el origen también uruguayo del tango y nuestra enorme contribución a su difusión mundial? Podemos intentar un par de explicaciones, con la salvedad de que, ya en 2001, no hay tantas excusas para ese desconocimiento, injusto y equivocado.
La primera. Buenos Aires es una gran ciudad de más de 10 millones de habitantes, mientras que Montevideo no llega a un millón y medio: relación de casi 10 a uno que se arrastra desde la Colonia. La capital argentina ha sido y sigue siendo un enorme mercado y un polo de atracción artística, como lo es París para los belgas, los suizos, los quebequenses y demás francófonos. Además de los numerosos lugares en que se bailaba y escuchaba el tango, Buenos Aires era la sede de una poderosa industria cinematográfica que difundía sus películas - con tango incluido- por toda América Latina y España. De ahí a pensar que "Buenos Aires = tango" no había más que un paso...
La segunda. Montevideo no tenía cine propio - apenas comienza a tenerlo en la actualidad- y tampoco casas grabadoras de discos. Había que viajar a Buenos Aires, donde se radicaban las filiales de las más importantes disquerías de Estados Unidos o Europa, para poder grabar. Recién en 1941 se fundó nuestra primera casa grabadora: "Sondor".
Eramos los parientes pobres del tango porque las circunstancias materiales - menos población, menos riquezas, menos desarrollo tecnológico- no nos favorecían. Pero no lo éramos - ni lo somos- en relación a la inspiración y al talento de nuestros músicos, ni a la calidad de sus compositores, ni tampoco a la gloria que los mismos adquirieron en todo el mundo.
Para terminar, podemos afirmar, en alta y clara voz, que el tango no es - no lo fue nunca- patrimonio exclusivo de una ciudad ni de un país. Es la música y la danza urbana más representativa de una región y una cultura, las del Río de la Plata, que es argentino y uruguayo por partes iguales. Esta es la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad.
("El Mercurio", 15.01.01.)
* * *